La historia prerrománica guarda muchos secretos, especialmente en Tierras Altas, un lugar de culto para los amantes de la Celtiberia soriana y del legado de esta civilización que monopolizó el Alto Duero durante siglos. En la comarca se pueden identificar aún los restos de sus primeros poblados estables, los castros, con sus estructuras defensivas y su disposición para la vida en comunidad. Estos son los que se encuentran en un mejor estado de conservación:
Dolmen del Alto de la Tejera
Se encuentra en el término municipal de Carrascosa de la Sierra, sobre una amplia plataforma ligeramente inclinada y prolongada hacia la llanura. Está situado a tres kilómetros en coche del núcleo del pueblo, aunque también es fácilmente accesible desde las localidades de Castilfrío de la Sierra y Aldealices, que se encuentran a similar distancia de esta construcción milenaria.
Los dólmenes fueron concebidos como monumentos funerarios colectivos destinados a los miembros de un grupo humano y comenzaron a construirse en Europa en el IV milenio a.C. Se cree que también cumplían una función social, al servir como punto de referencia e identificación para las comunidades antiguas sin asentamiento fijo. Además, su construcción y ubicación podrían haber sido símbolos del dominio territorial ejercido por un grupo sobre la zona en cuestión.
Este de Carrascosa de la Sierra presenta escasa altura, poco más de un metro. Consta de una cámara circular destinada a los enterramientos, de unos 3,8 m. de diámetro, formada por seis grandes bloques de piedra dispuestos verticalmente, algunos con más de 2 m. de largo. La cubierta, ahora desaparecida, debió realizarse con grandes lajas de piedra, y a ella deben corresponder algunas halladas fuera de la cámara y otra caída en su interior. El monumento se rodeaba y cubría con un túmulo o amontonamiento circular de piedras y tierra de unos 18 m. de diámetro.
Oppidum de Los Casares en San Pedro Manrique
Muy cerca de San Pedro Manrique se encuentra este yacimiento arqueológico, al que se llega por el camino que lleva a la Dehesa, situada al noroeste del municipio. Está situado en una colina que se eleva unos 30 metros sobre el río Linares, que lo rodea en tres de sus lados.
Originalmente fue el oppidum, es decir, la capital fortificada de una ciudad-estado celtibérica. Tras la conquista romana se mantuvo como un pequeño núcleo urbano que regía administrativamente el alto valle de río Linares. Tras cierto declive a finales del Imperio Romano, volvió a resurgir en época visigoda, tal y como demuestra la vivienda compleja de nueve estancias que se está excavando actualmente en el lugar.
El sistema defensivo del yacimiento incluye una larga muralla y un foso paralelo en los lados norte y oeste, los más accesibles. Tenía accesos en el noroeste y sudeste, conectados por una calle diagonal. Recientes excavaciones han revelado un tramo de muralla de doble lienzo y una canalización para la evacuación de aguas al exterior.
En el interior del poblado se han encontrado restos de construcciones, que indican la presencia de casas rectangulares con muros de piedra. Se han hallado fragmentos de cerámica celtibérica, tanto lisa como decorada con pintura negra. Desde el año 2009 se llevan a cabo trabajos arqueológicos en el yacimiento dirigidos por Eduardo Alfaro bajo el proyecto Idoubeda Oros y en colaboración con la Empresa Arqueológica ARECO.
Oppidum de El Castillo en La Laguna
A escasos metros al este del pueblo de La Laguna y a unos 500 metros del río Baos se sitúa el oppidum de El Castillo. Ubicado sobre una amplia loma redondeada de aproximadamente 6 hectáreas, este enclave ofrece un amplio dominio visual del entorno circundante.
En lo que respecta al sistema defensivo de esta antigua capital fortificada, el acceso por el lado norte se protegía con un foso excavado en la roca, con un pasillo o puente de unos 3 o 4 metros para cruzarlo. El asentamiento contaba con una muralla adaptada al terreno, construida con lajas de caliza local trabadas en seco y reforzada con algunas torres. Entre el foso y la muralla quedaba un pasillo de ronda.
En el interior del recinto se han identificado restos de habitaciones de casas rectangulares, con suelo de tierra compactada sobre base de piedra y recrecido de adobe. Además, se han encontrado numerosos restos de utensilios y cerámicas, incluyendo piezas celtibéricas realizadas con torno y que, a menudo, eran decoradas con pintura negra. Estos hallazgos permiten relacionar este poblado con Numancia y situarlo en el siglo II a.C.
Castro de El Castillejo en Castilfrío de la Sierra
Al norte de Castilfrío de la Sierra se encuentra este castro celtíbero, al que se accede a través de una pista de kilómetro y medio que se desvía de la carretera principal hacia Estepa de San Juan. Se sitúa sobre la cumbre de un alto, en un lugar con una imponente posición estratégica desde el que se domina toda la llanada numantina y el acceso al puerto de Oncala, un paso natural entre el Alto Duero y la Cuenca del Ebro.
Este castro cuenta con una planta circular de aproximadamente de 130 metros de diámetro y una extensión de unos 13.000 metros cuadrados. Se destaca como uno de los más notables de la provincia debido a lo completo de su sistema defensivo. Cuenta con una imponente muralla de mampostería a canto seco que defiende tres de sus lados, aunque es innecesaria en la zona sudeste debido a su pronunciada pendiente.
Delante de la muralla, que pudo haber alcanzado en su momento una altura de 4 metros y medio y una anchura de entre 5 y 6 metros, existía un foso del que se extrajo la piedra para construir el sistema defensivo. También una franja de piedras hincadas de hasta 27 metros de ancho, diseñada para desestabilizar a cualquier posible atacante. Recientes excavaciones, además, han descubierto una torre en el lado norte de la muralla.
Castro de Los Castillejos de Villar de Maya
A dos kilómetros de Villar de Maya se ubica el castro de Los Castillejos. Para llegar a él desde el pueblo hay que salir por la carretera provincial en dirección a Villar del Río, para desviarse posteriormente a la izquierda por una pista de grava que lleva a un nuevo desvío hacia el norte. Tras 650 metros andando alcanzamos la base de este asentamiento de gran importancia para el estudio de la Cultura Castreña Soriana. El camino está señalizado, tiene cartel explicativo y es de acceso libre.
Situado en un espigón a una altitud de 1.130 m., este asentamiento, con una extensión superior a 2 hectáreas, ejercía control sobre las rutas entre los ríos Ostaza y Baos. En cuanto a su sistema defensivo, la parte más vulnerable del cerro, su zona oeste, se protegió mediante una torre proyectada en la muralla y se complementaba con un foso. En un momento posterior, se construyó una nueva estructura aparentemente similar y adyacente a la anterior, con un nuevo foso y una torre-muralla.
El espacio interior del asentamiento está marcado por la ampliación de población representada por la segunda muralla. Además, la secuencia cronológica de los materiales (desde cerámica a mano antigua hasta cerámica a torno celtibérica), indican una ocupación prolongada que se inició en el siglo V a.C. y llegó hasta la conquista romana tres o cuatro siglos más tarde.
Castro de El Castillejo de Taniñe
Para acceder al castro del Castillejo desde el pueblo de Taniñe hay que salir por la pista forestal que se dirige a Buimanco, y tras recorrer unos 1.200 metros, aparcar el vehículo en una pronunciada curva a la izquierda. Desde aquí se coge una senda que asciende hasta el castro, a una distancia de kilómetro y medio a pie.
Es el único castro de planta rectangular, de unos 3.000 metros cuadrados y situado en un espigón del pico El Ayedo, a una altitud de 1.402 m. Desde su posición, domina un extenso paisaje que abarca la cuenca de los ríos Linares y Cidacos.
En cuanto a su sistema defensivo, la excavación reveló la delimitación de una muralla en tres de sus lados, porque el cuarto se encuentra protegido de forma natural. Se complementó la defensa con una franja de piedras hincadas. En el interior del castro se han identificado habitaciones rectangulares de considerable tamaño, construidas con mampostería. La cerámica predominante, elaborada a mano, sugiere una cronología para este asentamiento entre los siglos VI y IV a.C.