Tierras Altas es una de las comarcas con menor densidad de población de Europa. De las riquezas de los años de la Mesta solo quedan ya historias, edificios y tradiciones, pero la realidad social del siglo XXI es muy diferente. La Sierra se abre al mundo ahora no como un lugar de paso ni una zona de comerciantes, sino como una oportunidad única de vivir un turismo diferente, que no se contemplaba hace décadas pero que en la actualidad gana adeptos con el paso de los años. Un turismo de paz y tranquilidad, pero con atracciones para los más aventureros. Un turismo de naturaleza y gastronomía de calidad, sellos imborrables de una tierra que mira hacia el futuro con sus despoblados por bandera.
Torretarrancho
Al sur de San Pedro Manrique, tras recorrer 9 km por la carretera que conecta este pueblo con Fuentes de Magaña, encontramos el despoblado de Torretarrancho, al que se puede acceder a pie fácilmente. En el manuscrito más antiguo disponible, fechado el 16 de enero de 1753, se hace mención a un lugar denominado “Latorre de Tarranclo”, ubicado dentro del barrio y la jurisdicción de la villa de Suellacabras.
Para el año 1845, según los registros recogidos por Pascual Madoz, Torretarranclo, integrado dentro de Suellacabras, estaba ya experimentando un notable descenso poblacional, con tan solo tres vecinos y doce habitantes. La iglesia local, en ese entonces, estaba dedicada a San Bartolomé. Torretarranclo abarcaba 600 varas de este a oeste y 1.400 varas de norte a sur.
El primer asentamiento de este pueblo fue en la parte superior del cerro de El Castellar, un castro fortificado de la Edad de Hierro, con su característico sistema defensivo de muralla y foso.
El Vallejo
Muy cerca del televisivo pueblo de Valdelavilla, a tan solo 2 km en coche, se encuentra el despoblado de El Vallejo, ubicado en el barranco de la Nava. En 1909 El Vallejo contaba con 69 habitantes y en poco tiempo quedó completamente abandonado por el éxodo rural a las ciudades, potenciado por un plan de repoblación forestal que se puso en marcha en 1965 y en el que muchos vecinos vendieron sus tierras al Estado.
A diferencia de otras localidades que con el tiempo vieron alguna rehabilitación de viviendas e incluso han recuperado vecinos, El Vallejo ha quedado totalmente entregado a la naturaleza, aunque una iniciativa particular está realizando los últimos años ciertas labores de desbroce y acondicionamiento de algunas partes del pueblo.
Las fiestas patronales eran en septiembre, en honor a San Esteban, con la cosecha ya recogida. Al poder disfrutar de un clima más benigno que en otras zonas de la provincia, El Vallejo tenía buenas tierras de labor y para el pasto. La iglesia, con su espadaña solitaria, alguna vez resonó con el repique de campanas para anunciar la celebración de los oficios religiosos, pero ahora yace huérfana de campanas.
Aldealcardo
10 km al norte de San Pedro Manrique, en un desvío de la carretera principal que se dirige a Yanguas, se encuentra este despoblado popularmente conocido como ‘La Aldea’. Ubicado en la ladera oeste del Alto del Hayedo, asomado al valle del río Cidacos, Aldealcardo pudo tener su origen en el castro prerromano de El Castillejo. Quedo despoblado en los primeros años de los 70 a causa del éxodo rural hacia las ciudades y zonas más industrializadas.
El pueblo, principalmente agricultor, cultivaba trigo, avena, cebada, centeno y patatas, aunque la ganadería también era importante para el municipio, especialmente el ganado ovino. Muchos de sus vecinos realizaban anualmente la trashumancia con sus rebaños y también hubo arrieros que transportaban mercancías por toda la península.
Entre sus edificios, destaca la iglesia de San Clemente, construida en el siglo XVI y la ermita de la Virgen de la Piedad, cuya imagen se procesionaba en septiembre en las fiestas patronales. También era tradicional la matanza del cerdo durante las fiestas de San Clemente, titular de la parroquia, en noviembre. Llego a tener suministro eléctrico, pero sus casas no llegaron a contar con agua ni alcantarillado.
A esta localidad pertenecía el barrio de Ontálvaro, que fue despoblado mucho antes pero contaba con una interesante fuente de agua sulfurosa, alrededor de la que se llegó a plantear en algún momento del siglo XIX la construcción de un balneario.
Vellosillo
Entre Villar del Río y Diustes se encuentra el despoblado de Vellosillo, situado en una ladera sobre el río Ostaza y a una altitud de 1140 m. El municipio pertenecía a la Comunidad de Villa y Tierra de Yanguas y en los primeros años del siglo veinte contaba con 88 habitantes, cifra que fue decayendo progresivamente con el paso de los años, hasta que en el año 1972 marcharon las dos últimas familias.
Vellosillo llegó a tener suministro eléctrico, pero no agua corriente en las casas, por lo que los vecinos debían acudir a una fuente de importante caudal. Al igual que en los pueblos circundantes, se practicaba el cultivo de trigo, centeno, avena y cebada, que se molía en Yanguas. También había ganado ovino y caprino. Los vendedores ambulantes visitaban el pueblo para ofrecer sus productos y los habitantes solían asistir al mercado semanal de los lunes en San Pedro Manrique.
Las fiestas patronales se celebraban el 25 de julio en honor a Santiago, con una misa, procesión y bailes. A la entrada del pueblo se localiza la ermita de San Sebastián, que ha sido restaurada como símbolo patrimonial de este despoblado.
Villaseca Bajera
Este despoblado pertenece al municipio de Villar del Río y se encuentra a 4 km del núcleo del pueblo, a una altitud de 1215 m. Llama especial atención su estado abandonado, ya que se encuentra bien comunicado al situarse junto a una carretera de cierta relevancia. Según el censo del año 1842, Villaseca Bajera contaba entonces con 244 vecinos, pero un siglo después esta cifra se había reducido a tan solo cinco habitantes, que se dedicaban principalmente a la ganadería bovina.
A diferencia de la gran mayoría de pueblos de Tierras Altas, donde mayoritariamente había ovejas merinas, en este pueblo se trabajaba con ovejas churras. A 100 metros del pueblo se encuentran los restos de la iglesia, la cual ha perdido gran parte de su techumbre. A pesar de ello, se conservan restos de la estructura de la bóveda y algunas hornacinas sepulcrales.
No se tiene constancia de si el municipio llegó a contar con suministro eléctrico. El despoblamiento del municipio se atribuye a la falta de servicios y a la búsqueda de mejores condiciones de vida por parte de sus habitantes.
37La estructura económica y social de la comarca ha sufrido cambios profundos a lo largo de los siglos, pero hay una constante que nunca ha desaparecido ni va a hacerlo en un futuro cercano: en Tierras Altas se come bien.
Sí, en Tierras Altas se come muy bien y la culpa de ello la tienen exclusivamente los vecinos, tanto los que viven actualmente en la sierra como las generaciones pretéritas, que han construido una gastronomía tradicional envidiable con materias primas de altísima calidad. Tierra de ganaderos y trashumantes, en todos los pueblos de Tierras Altas puedes encontrar platos populares desarrollados a partir de la carne y la leche extraída de los animales que pastan en libertad por los campos de la sierra. De hecho, la matanza del cerdo es todo un acontecimiento en la comarca y el origen de los ricos y variados embutidos y del torrezno más famoso del mundo.
Con estos productos provenientes principalmente del cerdo y del cordero podemos encontrar platos de gran sabor que han sido transmitidos de generación en generación. Es el caso, por ejemplo, de la caldereta de Huérteles , elaborada con carne de cordero a la que se añade agua, ajos, aceite de oliva, laurel, sal y muchas horas de lenta cocción. Si quieres disfrutar de estos platos y de los productos locales con los que se construyen, en Tierras Altas tienes restaurantes especializados en cocina tradicional y comercios artesanales que te permitirán llevarte a casa un trozo de nuestra centenaria cultura gastronómica.
No todo es carne
El embutido es patrimonio local y los torreznos son nuestra gasolina, pero la cultura culinaria de la comarca va mucho más allá de los productos animales. Para responder a las jornadas de trabajo largas y duras, los pastores han recurrido durante décadas a alimentos tan característicos como las migas pastoriles de Oncala , que era la base de la dieta durante la época de trashumancia. El pan se cortaba la noche antes, se envolvía en un trapo húmedo con ajo y se echaba en la sartén con aceite, sal y pimentón dulce. Las sopas de ajo de Bretún , las roscas de Villar del Río o el artaguiton de San Pedro Manrique son otros ejemplos de platos tradicionales en los que no se emplea carne animal. Si quieres saber cómo se preparan estos y otros alimentos, en este enlace puedes consultar una breve guía acerca de las elaboraciones más características de Tierras Altas.
Además, la sierra también destaca por la presencia de hasta 700 especies de hongos , la mayoría de ellas comestibles y que, además de aportar variedad y riqueza a la gastronomía local, también se han convertido en un atractivo turístico de primer orden, especialmente en otoño y primavera. Con el objetivo de garantizar su conservación y poder disfrutar de su consumo sin preocupaciones, te recomendamos que acudas acompañado de un guía micológico, que te ayudará en la recolección y agilizará la experiencia para que tú solo te preocupes de disfrutar del paisaje y de la gastronomía.